Recuperación del Circo Romano de Tarragona

El Circo romano de Tarragona es un edificio romano que fue construido a finales del siglo I d.c. bajo el mandato del emperador romano Domiciano, en él se celebraban los ludi circenses (carreras de caballos). Su construcción supuso la culminación de la trasformación urbanística propiciada por la construcción de la sede del Concilium Provinciae, y se ubicó muy cerca del Fórum Provincial de Tarraco, dentro del recinto amurallado en la terraza inferior de la Parte Alta de la ciudad de Tarraco, capital de la provincia Hispania Citerior Tarraconensis.
El circo se mantuvo en uso hasta mediados del siglo V, momento en que la arena y las bóvedas perimetrales fueron trasformadas en nuevos espacios residenciales (La ciudad se recogió en la «parte alta» a partir del siglo V debido a la creciente desestabilidad del imperio romano, ocupando las antiguas instalaciones del forum provincial y del circo). Durante la edad media, a partir de la conquista y repoblación cristiana en el siglo XII el recinto es conocido como El Corral y se utiliza como sede de Ferias y transacciones comerciales. Durante las siguientes épocas se aprovecharon progresivamente las estructuras originales como soporte de las nuevas construcciones, de manera que el circo acabó por incrustarse en el mismo centro urbano de Tarragona, lo que curiosamente facilitó que sea probablemente el mejor conservado del mundo.

La recuperación del circo romano, se empezó a fraguar hace años, cuando en los años ’80, el Ayuntamiento se planteó derribar las multiples barreras arquitectónicas que ocultaban sus restos e impedían contemplar el buen estado de su cabecera y las bóvedas que soportan sus graderías que incluso alcanzan los siete metros de altura.

La administración autonómica encargó al prestigioso arquitecto italiano Andrea Bruno un proyecto de recuperación del circo cuya obra terminó en 1996.

Se conserva y es visitable la parte de la cabecera oriental, donde se sitúa la puerta triunfalis y buena parte del graderío. Además, son visitables varias de las vueltas interiores del circo, que aguantaban el graderío superior, cuya dimensión conservada es también un récord sobre los demás circos romanos conservados. Estas vueltas se adentran en muchos casos en las entrañas del casco antiguo.

Así descrive Lluís Pinyol, director del museo, la intervención de Bruno:
«El corte de espada. Tall d’espasa, dice Pinyol, mucho más cortante. En la entrada del circo. Es decir, uno de los mayores logros de la arquitectura moderna en Cataluña. Es sólo un gesto. Un ademán, como les gusta decir a los arquitectos. Es obra de Andrea Bruno, turinés. El acceso al circo estaba sellado por dos murallas: la medieval, delante, y luego la romana. Allí cualquier engreído habría organizado un zafarrancho. El turinés, sin embargo, dejó caer la espada y cortó la piedra medieval finamente. El resultado es de una belleza perturbadora. El corte penetra apenas en la primera muralla y permite vislumbrar de inmediato su antecesora. La sucesión, la hermandad de los tiempos. El que mira. A punto de acceder al relato del pasado el que mira se reconoce como la tercera muralla.»

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